El Ministerio De Jesús

El Ministerio De Jesús

El Ministerio De Jesús

La promesa del ministerio de Jesucristo se remonta a:

Apocalipsis 13:8: “Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.”

Génesis 3:15. Aquí Jehová promete la salvación para la humanidad: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”

Comentario:

Luego del hombre cometer el pecado de la desobediencia a Dios, tiene que enfrentar las consecuencias. A pesar de la ira de Dios, su amor por el hombre supera su castigo. Jehová promete un Salvador para el mundo, pero esa llegada tendría que pasar por un proceso. El proceso a que me refiero, es a una serie de Dispensaciones y Pactos, que poco a poco fueron revelando al hombre el misterio de la salvación. Dios pasa al hombre por una serie de pruebas, a través de las cuales el hombre debe comprender que por sí mismo no es capaz de cumplir con las demandas de Jehová Dios. Al final, entramos en la “Dispensación de la Gracia”, donde lo único que el Pacto requiere es aceptar a Jesucristo como nuestro único y exclusivo salvador. Así se cumple la promesa de Génesis 3:15.

El profeta Isaías, el profeta mesiánico, describió con lujo de detalles el ministerio que realizaría nuestro Señor Jesucristo. También profetizó todo sobre su muerte. Podemos encontrar ejemplos de lo dicho anteriormente, especialmente en el capítulo 53.

Isaías 53:4-6: “4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
5Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
6Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”

En casi toda la biblia, incluyendo el Antiguo Testamento, se encuentran porciones referentes a Jesucristo.

La Palabra nos enseña que originalmente Jesucristo vino para el pueblo de Israel.

San Mateo 10:5-6: “A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.”

San Mateo 15:24: “El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.”

Nuestro Señor expresa claramente que Él vino para el pueblo de Israel. De mi parte, yo opino que el Señor traía un plan B, que era recibir a los gentiles que le aceptaran, y así lo hizo.

San Juan 1:11-13, relata: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”

Luego nuestro Señor hace referencia a los gentiles, hablando de otras ovejas que no son de este redil, es decir, que no son israelitas.

San Juan 10:16: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”

1 Pedro 2:24-25, refiriéndose a Jesucristo: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.”

Nuestro Señor vino para dar oportunidad a todo ser humano, de recibir salvación y vida eterna, aceptándole a Él.

San Mateo 18:11 dice: “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.”

San Marcos 16:15-16. La gran comisión: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

El Señor vino para darnos vida y vida en abundancia; para librarnos del infierno y de la muerte.

Hechos 16:31: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.”

San Juan 3:17: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”

San Juan 10:10b: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”

San Juan 10:11: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”

La seguridad de nuestra salvación está certificada por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo. Ya hemos sido sellados.

2 Corintios 1:21-22: “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.”

Efesios 1:13-14: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”

Efesios 4:30: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

El Señor nos ha prometido vida eterna en Cristo Jesús. Las promesas del Señor son ahora y para siempre.

1 Juan 2:24-25: “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.”

Santiago 1:12: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

En estos momentos no recuerdo si ya lo hice, o si está en mi agenda escribir un estudio sobre “La Gracia Barata” que predican algunos ministros. Sólo desean decir o predicar a los miembros su congregación lo que saben que les gustará, es decir, lo que quieren oír. A estos predicadores no les gusta mencionar ningún versículo que hable sobre pruebas o tribulaciones. La biblia está llena de este tipo de porciones, pero ellos quieren ocultárselas a la congregación, para de esta manera mantenerlos contentos y poder sacarles más dinero. Quien desee leer más sobre este tema, puede buscar en la página internet del “Ministerio Liberando al Cautivo”.

Santiago 2:5: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?”

La gran lucha de nuestro Señor Jesucristo, fue especialmente con los judaizantes, que constantemente trataban de introducir en los discípulos de Cristo, las enseñanzas y prácticas de la Ley de Moisés. Esto lo podemos encontrar a través de todo su ministerio. Luego el apóstol Pablo continuó con esta lucha.

Gálatas 5:1-12: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa. Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea. Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz. ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!”

San Mateo 5:17-18: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”

Hermanos, en los versículos anteriores, el Señor nos está aclarando que Él no vino a abrogar la ley o los profetas, sino que Él vino a cumplir, y así lo hizo cuando murió en la cruz del Calvario. Cuando el velo que dividía el lugar Santo del lugar Santísimo se rasgó, en ese momento el Señor cumplió todo lo de la ley y los profetas, y pasamos de “la Dispensación de la Ley de Moisés” a “la Dispensación de La Gracia de Jesucristo”.

De la misma manera que nuestro Señor Jesucristo luchó con escribas y fariseos, así también lo hizo el apóstol Pablo durante todo su ministerio. Es increíble que hoy en día encontramos algunos llamados ¿”apóstoles” del Señor?, haciendo la labor de escribas y fariseos.

Gálatas 3:1-5: “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”

En cuanto a los diez mandamientos, en San Mateo 5:20-48, Jesucristo nos dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos”, y menciona un mandamiento. Luego dice: “Pero yo os digo”, y los eleva a un plano espiritual superior. El Señor aumenta, amplía el poder o requerimiento para poder cumplir el mandamiento, ya que pasa de un plano material a uno espiritual. Por ejemplo:

San Mateo 5:27-28: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.”

Hermanos, cada día de nuestras vidas, debemos dar gracias a Dios por su amor y misericordia para con nosotros.

¡Que el Señor nos ilumine a todos!

Por: Pastor Álvaro Rolón

 

 

 

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