El Noviazgo – Relaciones de Parejas

Relaciones de Parejas
El Noviazgo

EL NOVIAZGO
¡Que la paz del Señor sea con todos!

El origen del noviazgo

Anteriormente, el noviazgo en realidad era un convenio o arreglo entre padres que querían unir sus familias, donde la atracción entre los novios no tenía mucha importancia.

San Mateo 5:28: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.”

Aunque somos cristianos, seguimos teniendo un alma, la cual debe estar sujeta a nuestro espíritu. Cuando un soltero(a) ve a otra persona, puede surgir una atracción física. Muchos dirán que eso es pecado pero, entonces, ¿cómo quieren que comiencen las cosas? Por eso creo, como comenté en el capítulo sobre “Matrimonio”, que es muy importante para los casados, usar el símbolo que los identifica: el juego de matrimonio. Aún los comprometidos usan una parte del juego (la sortija) y eso debe ser suficiente para ser respetado(a) como que está comprometido(a). Sabemos que el uso del aro o juego de matrimonio1, no garantiza fidelidad en todos los casos, pero puede prevenir situaciones embarazosas entre compañeros(as) fieles. De ahí el uso del dicho: “El hábito no hace al monje, pero lo distingue.”

La edad del noviazgo

Hay diferentes opiniones sobre cuándo se puede permitir a los jóvenes comenzar algún noviazgo. Esto no es fácil. Diferentes personas tienen ideas personales para sostener sus opiniones. Muchos señalan que, aunque las jóvenes desde su primera menstruación, están capacitadas para procrear; a pesar de esa madurez física del cuerpo, se arguye que no la tienen en todos los aspectos de la vida, para asumir tan grande responsabilidad. Otras muchas voces cristianas sostienen que se les debe permitir casarse para evitar la fornicación, el riesgo de enfermedades venéreas y muchos otros peligros. Estos se basan mayormente en que esas jóvenes comienzan a experimentar deseos físicos y mentales muy normales.

Consejos del Apóstol Pablo sobre el noviazgo

El Apóstol Pablo, guiado por el Señor y dirigido por el Espíritu Santo, aconseja a la juventud, especialmente en cuanto a su conducta en el noviazgo.

Gálatas 5:24 nos recuerda que: “Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.”

Colosenses 3:5-6, nos aconseja: “Haced morir, pues lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia.”

1 Tesalonicenses 4:3-5 señala que: “La voluntad de Dios es vuestra santificación, que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios.”

2 Timoteo 2:22 exhorta: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con las que de corazón limpio invocan al Señor.”

Un buen ejemplo de noviazgo en el Nuevo Testamento, pero cuya costumbre viene desde el Antiguo Testamento, es el caso de José y María, los padres de Jesucristo.

San Mateo 1:18-19 dice: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntase, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.”

Aquí podemos ver que estos noviazgos eran algo muy serio. Desde que los novios se comprometían, quedaban automáticamente como casados, pero no podían tener relaciones íntimas hasta que se realizara la boda. El castigo para la mujer adúltera era la muerte a pedradas.

Poco a poco, con el pasar de los años, estas costumbres se fueron corrompiendo. Recuerdo cuando niño que, si un hombre tenía relaciones sexuales con una virgen, por ley tenía que casarse con ella o de lo contrario iba a la cárcel. Hoy día, en el 2016, ya no se recuerda nada de esto. Los jóvenes y viejos tienen relaciones como si nada. De hecho, hay orientadores, trabajadores sociales, etc., que recomiendan que se les dé condones a los niños y a las niñas en las escuelas, para evitar los embarazos.

Nosotros, los pastores y ministros cristianos, tenemos la obligación de enseñar cómo deben ser las cosas entre los cristianos. Para nosotros, nuestra guía es la biblia, la palabra de Dios. No importa la corrupción que exista en el mundo, nosotros tenemos que permanecer en santidad.

Hebreos 12:14b:”Sin santidad nadie verá al Señor.”

Los deseos sexuales

Los deseos sexuales, al igual que los del hambre, la sed, etc., son parte del paquete con que nacemos. El Señor nos ha dotado de poder para controlarlos y llevarlos a cabo en el momento y en la forma correcta, siguiendo los parámetros y directrices del Señor. Por tanto, recomiendo escudriñar las porciones anteriores, y buscar muchas otras que nos pueden aclarar cualquier duda al respecto. Una de las cosas que tenemos que controlar son los pensamientos.

El Yugo desigual

2 Corintios 6:14-15 manda: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?”

Yo creo que el hecho de obedecer este mandato, nos podría librar de grandes dolores y dificultades. Muchos cristianos solteros (en especial jóvenes), cuando se sienten atraídos por alguien que no es creyente, comienzan a buscar excusas para justificar su decisión de unirse a esa persona. Muchas veces dicen estar seguros de que lograrán que esa persona se convierta al Señor, y hablan de sus grandes cualidades. En fin, buscan todo tipo de pretextos para hacer lo que desean. Luego, cuando las cosas van mal, en ocasiones hasta le echan la culpa a Dios.

Aconsejo a todo cristiano y repito, en especial a los jóvenes, que se cuiden de no hacer yugo desigual. Recuerde que el Señor ha dado esa orden y debemos obedecer. De lo contrario, no te quejes cuando tengas que pagar las consecuencias de la desobediencia.

¡Que la luz del Señor nos guíe!

Por: Pastor Álvaro Rolón

1 Aro = es una pieza generalmente un poco más grande que el aro del juego de matrimonio.

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