El Pecado

El Pecado

El Pecado

Desde el primer día de los comienzos del nuevo principio, Dios crea la luz, la vida vegetal, el sol, la luna, las estrellas, y separa las aguas. Luego crea la vida animal, y al final al hombre. Aquí podemos ver que Dios creó todo desde Génesis 1:3-25, para luego ponerlo a la disposición del hombre.

En Génesis 2:15, Dios pone al hombre en el huerto del Edén, bajo la primera Dispensación, “La Inocencia” y el primer Pacto, “Pacto Edénico”.

El Pecado Original

El primer pecado que encontramos en la biblia, fue la desobediencia de Adán y Eva. En Génesis 2:16-17, Jehová prohíbe a Adán comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. La desobediencia a este mandato sería la muerte espiritual. Luego de creada Eva, esta fue instigada por la serpiente y cedió a la tentación junto a Adán. En ese momento mueren espiritualmente. Inmediatamente, Jehová en su infinita misericordia, los prepara para que puedan sobrevivir en esa condición de muerte espiritual. En Génesis 3:5 Dios promete a la humanidad un redentor, que vencería a Satanás y devolvería al hombre lo que Satanás le robó con engaño. Desde ese momento de la caída, el hombre es expulsado del Edén, termina la Dispensación de la Inocencia y comienza la Dispensación de “La Conciencia”. De ahí en adelante, el hombre continuará pecando hasta que finalmente Satanás sea lanzado al fuego eterno.

A través de la biblia encontramos las diferentes formas u oportunidades que Dios presenta al hombre para que pueda mantener comunión con Él, a pesar de su estado caído. Estas oportunidades son las diferentes Dispensaciones y Pactos, todas las cuales el hombre falla en cumplirlas. Debido a nuestra naturaleza pecaminosa, por nosotros mismos no somos capaces de vivir completamente alejados del pecado. Es por esta razón que 1 de Juan 1:8 dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.” 1 de Juan 1:10 repite: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”

La Definición de Pecado

De acuerdo con el diccionario bíblico de Wilton M. Nelson, del Editorial Caribe, el pecado se define como aquel poder misterioso primordial que se opone por naturaleza a Dios y a su buena voluntad para con el hombre, así como también todo el conjunto de manifestaciones y consecuencias trágicas del mismo. El pecado puede ocurrir de diversas maneras. Se puede pecar sin saberlo, es decir, “por yerro”. La rebelión, como acto consciente de la voluntad; la manifestación más extrema de esta voluntad rebelde es el pecado cometido “con soberbia”, es decir, “con mano alzada”. El pecado consiste en cualquier infracción de las normas que salvaguardan la vida normal, o sea, la comunión entre Dios y el hombre, o entre los hombres.

Tras siglos de trato con su pueblo hebreo a base de diferentes alianzas (Dispensaciones y Pactos), en las que les ofrecía perdón y redención, pero a las cuales una tras otra respondieron con rebelión e infidelidad. Entonces Dios mandó a su Hijo en la persona de Jesús de Nazaret, para que destruyera a los poderes de maldad definitivamente y en nombre de toda la humanidad. Jesús encarnaba el amor de Dios que se opone al pecado y a sus consecuencias.

Diccionario General de la Lengua Española Vox – Julio de 1978. Págs. 1179-1180

Pecado: Transgresión voluntaria de la Ley de Dios o de algún precepto de la iglesia.

Pecado mortal, capital o grave: es el que destruye la gracia en el alma y hace al hombre digno de la pena eterna.

Pecado venial: es el que sólo disminuye la gracia por falta de plena advertencia.

Pecado contra natura: el de cualquier acto carnal contrario a la generación.

Pecado nefando: el de sodomía.

Nefando: Horriblemente malo, execrable (condenado).

El Pecado en el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento, Jehová proveyó a la humanidad con profetas, sacerdotes, etc., para brindar un medio por el cual el hombre, pudiera relacionarse con Él, a pesar de su pecado. Donde más claro encontramos esta dinámica, es en la “Ley de Moisés”. En esta ley se especifica cómo serían juzgadas las personas al cometer diferentes pecados. La Ley señala qué tiene que hacer el violador de lo establecido para arreglar el daño hecho. En muchas ocasiones tenía que llevar algún animal para ser sacrificado por el sacerdote. Esta era la labor de los sacerdotes, porque el hombre del pueblo no podía personalmente acercarse a Jehová.

Diferentes grados de castigos

Había diferentes grados de castigos, dependiendo del delito cometido.

Deuteronomio 25:2 señala: “Si el delincuente mereciere ser azotado, entonces el juez le hará echar en tierra, y le hará azotar en su presencia; según el delito será el número de azotes.”

2 de Samuel 7:14-15, aquí Jehová Dios le hace promesa a David, a través del profeta Natán: “Yo le seré a él padre, y él me será a mi hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti.”

El pecado de omisión y el de comisión

Los pecados han sido clasificados como omisión y comisión, dependiendo de las circunstancias. El pecado de comisión es cometido cuando recibimos un mandato de parte del Señor y no cumplimos. Esto incluye la violación de cualquiera de los mandamientos. Aún tenemos “La Gran Comisión”: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” Este es un ejemplo de pecado de comisión. Algunos ejemplos de pecados de comisión son:

No interesarse por aprender y vivir la palabra de Dios, después de haber aceptado al Señor, porque tenemos el mandato de escudriñar las escrituras. Tenemos biblia y todo lo que necesitamos, por lo cual el ser perezoso e irreverente a la palabra de Dios nos hace culpables de negligencia.

Ministros que conocen la palabra y la tuercen, añadiéndole o quitándole para su propio beneficio, pecan por comisión, porque la palabra prohíbe añadirle o quitarle.

En 1 de Samuel 15:1-2, Jehová ordena a Saúl a través del profeta Samuel, ir a Amalec y destruir todo. Saúl obedeció parcialmente.

Ahora continuaré señalando algunos ejemplos de pecados por omisión. El pecado de omisión es el saber y poder hacer lo bueno, y no hacerlo. La indiferencia e inacción cuando vemos y sabemos que algo está erróneo o en contra de la voluntad del Señor, es pecado de omisión.

Por ejemplo:

Los que no aceptan al Señor, habiendo escuchado la palabra, pecan de omisión porque saben que deben aceptar a Jesucristo, y no lo hacen.

Los que no se interesan por aprender y vivir la palabra de Dios, después de haber aceptado al Señor, saben que deben esforzarse y no lo hacen.

Santiago 4:17 aclara: “Y al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.”

Ezequiel 3:18 especifica: “Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tu no le amonestares, ni le hablares para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.”

Jueces 5:23 dice: “Maldecid a Meroz, dice el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, contra los fuertes.”

Ministerio de Juan el Bautista

Juan el Bautista era hijo de Elizabeth, prima de María, la madre de Jesucristo. La palabra nos narra en Marcos 1:2-4, “Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.”

Mateo 3:1-2 dice: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

El Pecado y el Cristianismo

Las enseñanzas y obras de Jesucristo y los apóstoles dan un nuevo enfoque al concepto del pecado. En vez de medir las acciones de los hombres de acuerdo con el legalismo de las “interpretaciones oficiales” de una serie de mandamientos, Jesús partió siempre de la motivación. Él vio el amor como la única fuerza capaz de derrotar al pecado. La misma victoria suya sobre el pecado, es motivada por el amor divino y tal amor de Dios había de motivar y capacitar así mismo a los suyos para vencer el pecado.

Es a la luz de esta manera de ver el pecado, que se puede comprender también otra novedad del Nuevo Testamento: la relación entre la culpabilidad y el nivel de desarrollo de la conciencia de los fieles. Por ejemplo:

Lucas 12:47-48: “Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.”

Romanos 14:1: “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.”

1 de Corintios 8:7: “Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina… 8:13: Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.“

Es notable que Pablo, hable del pecado casi exclusivamente en singular, viéndolo como un todo, como una potencia espiritual enemiga de Dios y del hombre, a la cual Cristo ha derrotado. Sin embargo, el Nuevo Testamento advierte a los creyentes sobre una serie de pecados individuales y reconoce que la historia de Cristo está para realizarse por la fe, en la vida de cada uno de los suyos.

1 de Juan 5:4 dice: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.”

Pecados y Pecadotes

Escuchamos a muchos predicadores decir, que no hay pecadotes, ni pecaditos, sino que todos son pecados. Pero si buscamos con mucho cuidado, encontraremos que existe diferencia entre diferentes pecados. Por ejemplo, vemos en San Mateo 12:31 y San Marcos 3:28, que la palabra establece diferencia entre el pecado de “Blasfemia contra el Espíritu Santo y los otros pecados”. En 1 de Corintios 6:18, nos dice: Huid de la fornicación.” Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca. San Juan 19:11 expresa: “Respondió Jesús: ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.”

San Lucas 12:47-48 enfatiza que el que a sabiendas no hizo lo que debía hacer, recibirá muchos azotes; el que no sabía, recibirá pocos.

Aún en el Antiguo Testamento, en Deuteronomio 25:2 encontramos que: “según el delito será el número de azotes.”

Jesucristo perdona pecados

En San Mateo 18:21-35 y en San Lucas 17:3-4 encontramos la tesis sobre el perdón de nuestro Señor Jesucristo. A través de los cuatro evangelios se encuentra el desarrollo de esta tesis de nuestro Señor. En diferentes ocasiones nuestro Señor se expresa perdonando diferentes pecados, pero siempre, además del perdón, agrega “no peques más”. Algunas porciones bíblicas, donde encontramos ejemplos de Jesucristo perdonando pecados, son:

San Mateo 6:9-15: Aquí Jesús nos enseña a orar, y el mayor énfasis es el perdón de pecados entre los humanos agregando que si nos perdonamos nuestras ofensas los unos a los otros, nuestro Padre Celestial nos perdonará.

San Lucas 24:47: y que se predicase en su nombre (Jesucristo), el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”.

San Mateo 9:2, 9:5, 9:6; San Marcos 2:5, 2:7, 2:9, 2:10, 3:28, todas estas citas bíblicas nos presentan a nuestro Señor perdonando pecados.

El pecado después de Jesucristo

En los Hechos y en las diferentes epístolas, los exponentes de la palabra, dirigidos por el Espíritu Santo, y en obediencia a San Lucas 24:47, continuaron enfatizando las enseñanzas e instrucciones de nuestro Señor Jesucristo.

En Colosenses 1:12-14, San Pablo nos dice: “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.

Esta porción bíblica nos dice claramente que con la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, hemos sido librados de las tinieblas. También enfatiza en que hemos sido redimidos por su sangre y perdonados nuestros pecados. Esto de que nuestros pecados han sido perdonados, lo entenderán poco a poco.

Hechos 10:43 dice: “De este (Jesús) dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”.

Romanos 5:12-14 señala que “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No

obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aún en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”.

Escuchamos a muchos predicadores de la condenación repetir una y otra vez a Romanos 6:23a: “Porque la paga del pecado es muerte”, y lo dejan ahí y no terminan la otra parte de ese versículo, es decir, Romanos 6:23b: “mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Esta segunda parte es la que nos corresponde a nosotros los cristianos.

La paga del pecado es muerte. Por esta razón Jesucristo murió por nosotros en la cruz del Calvario. Juan 10:10b dice: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Por tanto nosotros no tenemos que morir.

Romanos 6:14 señala: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo La Ley, sino bajo La Gracia”.

Romanos 7:17-20: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”.

Aquí el apóstol Pablo con mucha sabiduría, nos presenta el conflicto interno que mora en los seres humanos. Es una lucha con la que tenemos que lidiar mientras estemos en este mundo. Si nos mantenemos en comunión con Dios, podremos vencer los malos pensamientos que tratan de apoderarse de nosotros. Si en algún momento nos debilitamos y caemos, 1 Juan 2:1-2 nos dice qué hacer. Si pedimos perdón a Dios en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, seremos perdonados. El ser perdonados por Dios, no significa que no tengamos que pagar en este mundo las consecuencias del pecado. Estas son dos cosas completamente diferentes.

Romanos 8:1-2: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”.

1 Corintios 15:3: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras”.

Aparente contradicción

En la palabra de Dios encontramos aparentes contradicciones entre algunas afirmaciones. Aquí es donde debe entrar en acción el ministro para explicar la situación, porque la palabra de Dios no se contradice, sino que se sustenta. Los siguientes ejemplos tenemos que analizarlos en su contexto:

1 Juan 1:7-10: “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”

1 Juan 2:1-2: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”

1 Juan 3:5-6: Y sabéis que “él apareció para quitar nuestro pecado, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.”

1 Juan 3:8-9: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido

de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.”

1 Juan 1:7-10 y 1 Juan 2:1-2, afirman que nosotros los cristianos pecamos. Encontramos en que en 1 Juan 3:5-6 y 1 Juan 3:8-9, la palabra sostiene que los cristianos no pecamos, o que no practicamos el pecado.

Esta aparente contradicción necesita una buena explicación. Cuando la palabra dice que pecamos, se está refiriendo a que los cristianos, aunque hemos sido lavados en la sangre de nuestro Señor, todavía estamos en este mundo. Mientras estemos en este mundo corrupto y vendido al pecado, estaremos influenciados por él. En algunos momentos ejecutaremos acciones que, cuando las comete el impío son pecados, pero en nosotros la misma acción no se considera pecado. No, porque en la cruz del Calvario, el Señor pagó por nuestros pecados. Ya nosotros no somos pecadores habituales, por tanto, nuestros errores, espiritualmente no se catalogan como pecados. Materialmente, es decir, en este mundo se les llama pecados, pero espiritualmente no lo son, cuando son cometidos por cristianos.

Para poder entender esta explicación, hay que detenerse a meditar poniendo cada porción bíblica en su contexto. Si no se analizan estas citas bíblicas así, permaneceremos confundidos. Hay que entender que cuando se está hablando de nuestra posición como seres lavados por la sangre de Jesucristo, somos santos. También hay que saber que cuando se está hablando de nuestra posición con relación a este mundo, se nos podría catalogar como pecadores.

Un ejemplo que puede arrojar más luz sobre este asunto, está relacionado con la comida.

Romanos 14:14 nos dice: “Yo sé y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.”

Romanos 14:22b-23: “Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe: y todo lo que no proviene de fe, es pecado.”

Por: Pastor Álvaro Rolón

 

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