La Corrección De Jehová
¡Que el Señor dirija nuestros caminos!
Proverbios 3:11-12: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”.
Hermanos, como nos dice este proverbio, si estamos en algún error y nos sentimos aludidos con relación a su señalamiento, no nos enojemos, arreglemos las cosas con el Señor. No menosprecies la corrección, aunque venga de parte de alguien que tú consideres menor a ti. No olvides que Dios es omnipotente y ha escogido lo más vil y menospreciado del mundo para avergonzar a los sabios. Si estás en algún error, acéptalo y arrepiéntete, Dios te perdonará y te restaurará. Un refrán dice que: “es cosa de sabios recapacitar”. No permitas que tu orgullo y vanidad te desvíen de los caminos y la verdad de Dios.
Hebreos 12:11: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.
Ninguna disciplina es causa de gozo sino de tristeza. Cuando recibimos alguna amonestación, sería una mentira decir que en ese momento nos alegra. Los frutos de esa disciplina generalmente los podremos disfrutar más tarde. Digo disfrutar porque una vez que hayamos trabajado con la corrección del error en que estábamos, nos sentiremos satisfechos y en paz con Dios.
Hermano, si eres disciplinado o exhortado a cambiar o a eliminar alguna práctica que estés realizando y que no sea correcta, acéptalo y ejercítate en la corrección para la gloria y la honra del Señor.
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” Romanos 8:33
Yo no me arriesgo a señalar quién es escogido de Dios y quién no. La Palabra nos dice que por sus frutos los conoceréis. La Palabra también nos insta a ser precavidos y cautelosos, porque hay lobos rapaces que se visten como ovejitas y que entran como ministros a la iglesia para aprovecharse de ella. Así que un escogido de Dios da buenos frutos y si está en un error, el Espíritu Santo que mora en él le redarguye y el hermano desiste de su error. No debemos tratar de cubrirnos tan fácilmente; es mejor buscar y hacer lo correcto delante de Dios. Si en verdad sientes llamado a ser ministro del Señor, no hagas como Balaam, ni como los nicolaítas.
1 Corintios 5:3: “Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho”.
Pablo se enteró de que en la iglesia de Corinto había un caso muy feo de fornicación. Él amonesta a la congregación por no haber tomado cartas en el asunto. Les reprocha el no haber echado fuera de la congregación al que cometió tal acción. Por lo escrito aquí se entiende que esa persona no se había arrepentido de lo hecho y continuaba en el pecado.
1 Corintios 5:5: “el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”.
Esta es una de las escrituras del Nuevo Testamento, donde vemos la disciplina de la iglesia primitiva en acción. Observe que Pablo no dijo: “vamos a orar para que este hermanito se arrepienta. Recuerden que no podemos señalar a nadie”. No, Pablo fue firme para mantener el orden que debe prevalecer en la casa de Dios.
2 Samuel 12:9ª: “¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos?”
Aún en el Antiguo Testamento el rey David, a pesar de los derechos y privilegios que le concedían su posición como rey, le fue señalado su pecado por el profeta Natán. Por más que David rogó a Jehová para que su primer hijo con Betsabé no muriera, la criatura murió. Por mandar a matar a Urías Heteo, el Señor le dijo: “Jamás la espada se separará de tu casa.” David tuvo que sufrir la violencia en su familia. Uno de sus hijos violó a su media hermana. Uno de los hermanos de padre y madre de la muchacha esperó un poco, pero como David no hizo nada, él mismo mató a su medio hermano violador. David pagó las consecuencias de su pecado terriblemente. Constantemente él se quejaba ante Dios, porque jamás la gente olvidó todo lo que había sucedido. Cuando pasaba por cualquier lugar, la gente lo señalaba y hacían comentarios sobre su pasada conducta. Casi todo el mundo ha escuchado esta historia. Esta historia debe servir de lección a ministros que exigen que nadie señale sus pecados.
¡Que el Señor sea con nosotros!
Pastor Álvaro Rolón