La Guerra Espiritual

La Guerra Espiritual

El Señor nos creó a su imagen y semejanza (Génesis 1:26). Dios no creó zombis, Él nos creó con capacidad para tomar decisiones. Nos formó del polvo de la tierra y sopló en la nariz aliento de vida (Génesis 2:7). Dios nos puso al frente de toda la creación (Génesis 1:26 y 2:15). Puso todo en las manos del hombre, para su beneficio, pero con una restricción (Génesis 2:16-17) “y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.

Hermanos, el Señor siempre ha establecido algún parámetro a través del cual el hombre pruebe su obediencia y respeto a Dios. Satanás que habitaba en los aires, deseaba obtener todo lo que Jehová puso en las manos del hombre. Se acercó a Eva, y la convenció de desobedecer el mandato del Señor. De esa manera Satanás obtuvo todo lo que Dios había dado al hombre. Satanás pasó a ser el príncipe de este mundo, junto a sus seguidores, los demonios.

Desde ese momento, toda la raza humana nacemos con ese pecado de desobediencia cometido por Adán y Eva. El Señor Jehová dijo a Adán que el día que comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal, ciertamente moriría. Por esta razón, todo ser humano al nacer, nace con las consecuencias del pecado original que es la muerte. Cada niño(a) que nace, nace espiritualmente muerto. Las consecuencias de esa muerte espiritual, hace posible que el “espíritu de hombre con el cual nacemos, y que lo recibimos cuando Dios sopló en nuestra nariz, esté inoperante, dormido, inactivo, latente o como usted mejor entienda”.

Hay una parte del espíritu de hombre que Dios sopló en nosotros, que está activa desde nuestro nacimiento, y esta es la conciencia. Esta conciencia, por lo menos, nos capacita para establecer juicio entre lo bueno y lo malo. Por eso podemos conocer personas que, aunque no son cristianas, a veces tienen una conducta positiva.

La verdadera guerra comienza cuando el hombre acepta a nuestro Señor Jesucristo en espíritu y en verdad. En ese momento, el Espíritu Santo de Dios entra en nosotros y estará con nosotros para siempre, así ocurre el nacimiento espiritual. Aunque esto es otro tema, quiero dejar en claro que si la persona después de haber aceptado al Señor vuelve a pecar, el Espíritu Santo le redarguye. Si a pesar de eso continúa pecando, el Espíritu Santo se contrista, pero no se va. Cuando la persona se arrepiente y pide perdón a Dios, “de corazón”, en el nombre de Jesucristo, Dios le perdona. Es bueno entender que, aunque Dios le perdona “espiritualmente”, esta persona pagará las consecuencias del pecado.

Volviendo a la conversión al cristianismo, debemos recalcar que, desde el momento de aceptar al Señor, comienza una guerra a muerte en nuestro interior. Hay una parte de nuestro ser que le llamamos “carne” y que es la que nos induce a cometer todo tipo de pecado. Está entre nosotros desde el momento del la muerte espiritual, es herencia satánica. La carne se puede controlar, pero no se puede erradicar totalmente, mientras estemos en este mundo.

Aunque este es otro estudio, veamos lo que nos dice la palabra de Dios sobre la carne. En Romanos 7:15, 25, el apóstol Pablo nos describe esa lucha entre las dos naturalezas, la carnal y la espiritual, durante el tiempo de la Ley de Moisés. En este tiempo, por el conocimiento de La Ley de Moisés (que era de parte de Dios), el hombre deseaba en su corazón hacer la voluntad de Dios, pero le era casi imposible, debido a la fortaleza de la carne. Luego en Romanos 8:1, 17, también describe la lucha entre lo carnal y lo espiritual, pero ahora no bajo la “Ley de Moisés”, sino en la “Gracia” de nuestro Señor Jesucristo. Ahora el hombre tiene la capacidad de vencer a la carne, por el poder que nos dio Jesucristo, y la fortaleza que tenemos de parte del Espíritu Santo. Para entender mejor todo esto, recomiendo la lectura de las porciones bíblicas anteriores. Sólo señalaré específicamente a Romanos 8:7, “Por cuanto la mente carnal, es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”. Quise señalar este pasaje para que se entienda que la lucha entre la carne y el espíritu, terminará cuando hayamos partido de este mundo. Mientras tanto, tenemos que continuar luchando por vivir en santidad (apartados para el Señor).

La Palabra de Dios contiene porciones bíblicas dedicadas específicamente a describir la carne.

Mateo 26:41 dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”

Romanos 7:5: “Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.”

Romanos 7:18: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.”

Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”

Romanos 8:3: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.”

Romanos 8:5: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero lo que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.”

Romanos 8:6: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.”

Romanos 8:13: “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir la obra de la carne, viviréis.”

Gálatas 5:16-17: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”

1 Juan 2:16: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no provienen del Padre, sino del mundo.”

Cuando el Espíritu Santo entra en nuestro ser, el espíritu de hombre (de parte de Dios), que estaba inactivo, se activa por acción del Espíritu Santo. No se funden, o sea, no se convierten en uno, pero funcionan en coordinación. Luchan porque el hombre viva agradando a Dios. La carne, por su naturaleza pecaminosa, se esfuerza en guiar al hombre a cometer pecado.

El alma, que es el asiento de las emociones, la cual describo como la parte neutral de nuestro ser, es quien finalmente cederá al más fuerte que esté, y decidirá quién triunfará, la carne o el espíritu. Esta decisión del alma, dependerá de quién influye con mayor fuerza, la carne o el espíritu. La fortaleza de la influencia de la carne o el espíritu, se deberá a la forma en que has alimentado al espíritu. Si has fortalecido al espíritu con mucha oración, ayuno, lectura de la Palabra, meditación, etc., el espíritu convencerá al alma y se hará la voluntad de Dios. Si no alimentaste bien al espíritu, la carne triunfará, porque ella no necesita mucho alimento, ella se alimenta por sí misma. Todos esos deseos malignos (pornografía, lujuria, lascivia, etc.), son parte de nuestro ser y tenemos que combatirlos con todas nuestras fuerzas. Si la carne influye en nuestra alma con más fuerza que nuestro espíritu, entonces el alma abrirá las puertas de nuestro ser a la acción o influencia de los demonios. La acción de los demonios entrará en nuestro ser y todo tipo de pecado se realizará.

Hermanos, mantengámonos en comunión con Dios, viviendo una vida apartada de todo mal.

Por: Pastor Álvaro Rolón​
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