Las Enfermedades y La Biblia
Es necesario conocer el tema sobre las enfermedades y la Biblia, porque las cosas en nuestras vidas son como son. En los comienzos del Antiguo Testamento, encontramos las razones por las cuales existen las enfermedades. Por esta razón, necesitamos sanidad. Los problemas del ser humano, incluyendo las enfermedades, comienzan con la entrada del pecado, allá en el jardín del Edén.
En Génesis 3:16, después de la caída, el Señor dijo a la mujer: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Por la desobediencia del hombre, maldita será la tierra y con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos producirá la tierra y con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra. Y sacó Dios al hombre del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.”
Adán y Eva procrean dos hijos, Caín y Abel. Aquí podemos decir que comienzan las enfermedades mentales; por celos y envidias, Caín mata a Abel. Ahora al hombre le corresponderá vivir en una tierra maldita, donde tendrá que lidiar con diversas situaciones negativas como las enfermedades, etc. Jehová Dios en su infinita misericordia comienza a brindar oportunidades al hombre para poder vivir en un mundo corrupto. Lo primero que el Señor hace en Génesis 3:15 es prometer al hombre un redentor, a nuestro Señor Jesucristo. Jehová comienza preparando al hombre para el tiempo de la llegada de nuestro Señor, a través de diferentes “Dispensaciones y Pactos”.
Job 1:12 “Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano, solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.” En esta escritura vemos que en nuestras vidas pueden ocurrir situaciones, que podrían ser permitidas por Dios. En 1 Corintios 10:13 nos dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación, que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
En el libro de Job 5:17-18, la Palabra nos dice: “He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; Por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque Él es quien hace la llaga, y Él la vendará. Él hiere, y sus manos curan”.
Luego en Job 42:10 encontramos el triunfo o la bendición final de Job: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos, y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”.
El libro de Éxodo 9:8-12 narra sobre uno de los juicios que Jehová hace a los egipcios. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: “tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón; y vendrá ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto. Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón y la esparció Moisés hacia el cielo y hubo sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias. Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios.
Lo que esta escritura nos da a entender es que a nuestras vidas podrían venir plagas como juicios de Jehová por nuestra desobediencia.
En el libro de Números 12:1-16 se nos narra la historia de cuando María y Aarón, hermanos de Moisés, murmuraron contra Él. Jehová se apareció a los tres y les dejó claro que Moisés era su profeta y regañó a Aarón y a María. Cuando Jehová desapareció, María quedó leprosa. Luego Moisés rogó a Jehová para que la sanara. Aquí podemos ver un caso de sanidad por proceso, porque María no fue sanada instantáneamente. Luego de la súplica de Moisés, Jehová dijo: “Sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá a la congregación.”
En Números 21:4-9 tenemos un caso de sanidad instantánea. El pueblo de Israel habló contra Dios y contra Moisés, quejándose de la falta de agua y del pan que les enviaba Jehová. Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucha gente. El pueblo acudió a Moisés, y Moisés oró por el pueblo. Jehová dijo a Moisés que hiciera una serpiente ardiente y la pusiera sobre una asta. Cualquiera que fuere mordido y mirare a ella viviría. En esta narrativa encontramos que la serpiente de bronce es un tipo de Cristo. Esto, porque nosotros estábamos muertos por nuestros delitos y pecados, y al tornar nuestra mirada hacia Jesucristo, recibimos salvación y vida eterna.
Ezequiel 47:12 nos dice: “Y junto al río en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina.”
En 2 Reyes 18:4 encontramos un hecho muy significativo, que ocurrió bajo el reinado de Ezequías en Judá. La Palabra nos dice que Ezequías quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán.
En el libro de 2 Reyes 20:1-11, encontramos que Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías, y le dijo: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.” Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo: “Te ruego oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio vino palabra de Jehová a Isaías diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración y he visto tus lagrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años.
En 2 Reyes 5:1-27, la Palabra de Dios nos cuenta sobre el caso de la sanidad de Naamán. Naamán era un general del ejército del rey de Siria, pero era leproso. La esposa de Naamán tenía como sierva a una joven de Israel. Esta joven le dijo a la esposa de Naamán que si él le rogaba al profeta que está en Samaria, éste lo sanaría de su lepra. La esposa le dijo a Naamán, quien consiguió carta del rey de Siria para ir al rey de Israel. Naamán salió con valiosos presentes y fue con las cartas al rey de Israel. El rey se rasgó la ropa, pero cuando Eliseo se enteró, le pidió al rey que se lo enviara a él. Cuando Naamán se paró a las puertas de la casa de Eliseo, Eliseo le envió un mensajero diciéndole: “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.” A Naamán no le agradó la idea, pero sus compañeros lo convencieron y fue sanado.
El Salmo 91:1-16 nos habla sobre “La protección divina”, en términos generales. Este salmo es tan poderoso que aún Satanás utiliza los versículos 11 y 12, para tratar de tentar a nuestro Señor Jesucristo. Este Salmo es un bálsamo para cuando estamos en problemas, dificultades o enfermedades.
Otro Salmo donde se muestra la misericordia de Dios es el Salmo 107:17-22. Aquí se nos presenta un caso de arrepentimiento y cuya cosecha es el perdón de Dios. El versículo 18 describe a personas que debido a su enfermedad, no podían comer nada, y llegaron a estar a punto de morir. El versículo 19 dice: “Pero clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones”. El Señor les sanó.
Isaías 53:4-5 dice: “Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
Isaías, el profeta mesiánico, fue inspirado por nuestro Dios para introducir en una forma amplia y perfecta a nuestro Redentor. Personalmente creo que tratar con la Palabra de Dios, es algo muy delicado. La Palabra nos dice que, Dios es el que llama a algunas personas a realizar uno o más ministerios. Tratar de mezclar las formas en que se hacían las cosas en el Antiguo Testamento, con las formas en el Nuevo Testamento, sólo traerá confusión. La diferencia es tan grande, que se necesitaría un estudio completo para explicarla. En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo no permanecía en ninguna persona; se unía a un profeta, rey, u otro hombre grande de Dios, y cuando terminaba la función que ese hombre tenía que hacer, el Espíritu Santo se apartaba de él. La gente común no podía dirigirse a Dios, por sí mismos. Tenían que hacerlo a través de un profeta, etc. Por esta razón esos profetas y grandes hombres de Dios, tenían tanto poder y hacían cosas increíbles. Hoy día todo verdadero cristiano tiene al Espíritu Santo morando en él. El cristiano no necesita a nadie para dirigirse a Dios. Todos somos real sacerdocio, nación santa, hijos de Dios.
Isaías 53:4-5, a veces es tomado en forma estrictamente literal por muchos cristianos y esto les trae confusión. Nuestro Señor Jesucristo, con su sacrificio vicario, proveyó para nosotros todo lo expresado en Isaías 53, pero es muy importante, la forma de interpretar esta escritura. Cuando estudiamos la biblia siempre debemos tener presente a qué tiempo y espacio se está refiriendo la porción bíblica tratada. Si se refiere al ámbito espiritual o físico, si es en el presente, o para el futuro. Por ejemplo, la Palabra nos dice en Efesios 2:5-6: “aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, y juntamente con él nos resucitó y así mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Aquí nos dice que ahora, en estos momentos, nosotros los cristianos, estamos sentados juntamente con Cristo en los lugares celestiales. Esta afirmación verdadera, es difícil de entender, y más difícil de explicar para la gran mayoría del cristiano. He presentado este ejemplo para compararlo con Isaías 53:4-5. La Palabra dice en Isaías 53:4: “Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores…” Para mí, esto significa que Cristo proveyó lo necesario para nuestra sanidad. Nosotros los cristianos podemos tener las mismas enfermedades que la demás gente, pero no nos afectan igual, o de la misma manera. Nosotros somos fortalecidos espiritualmente para sobrellevar las enfermedades en paz, porque nuestra paz ocurre en medio de la tormenta. Si es la voluntad de Dios, la enfermedad desaparecerá, y si no, nos dará la fortaleza para sobrellevarla. Todo dependerá de nuestra fe. La enfermedad físicamente puede estar presente, pero para nosotros espiritualmente hemos sido sanados, y eso es lo importante.
En varias porciones bíblicas encontramos que el Señor venció la muerte.
Las personas no espirituales no pueden entender esto, porque ellos ven cómo nosotros morimos físicamente. Ellos no pueden entender que nosotros dormimos y en su momento, seremos arrebatados por el Señor.
Durante su ministerio, nuestro Señor recorrió diversas partes del mundo conocido, haciendo diferentes milagros. Algunos de ellos fueron resurrecciones. En San Marcos 6:5-6, la palabra nos dice que, “Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos, debido a la incredulidad de ellos.” Este hecho nos permite entender, que la incredulidad puede afectar, y posiblemente impedir que ocurran milagros. La fe es muy necesaria para que sucedan cosas increíbles para nosotros los humanos. La palabra nos dice que sin fe es imposible agradar a Dios.
Algunas resurrecciones:
San Juan 11:1-44: nos narra la muerte y resurrección de Lázaro. El versículo 4 nos revela que pueden haber enfermedades con propósitos positivos. Aquí el Señor dice: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el hijo de Dios sea glorificado por ella.” Por esta razón, debemos ser cuidadosos de las palabras que pronunciamos cuando estamos pasando por alguna situación desagradable.
San Marcos 5:35-43: nos presenta otro caso donde nuestro Señor Jesucristo resucita a otra persona. Esta persona era la hija de Jairo, el principal de la sinagoga.
En San Lucas 7:11: el Señor resucita al hijo de una viuda, que era llevado en un féretro a su final morada.
San Mateo 4:23 dice que Jesús recorrió toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Las sanidades pueden ser instantáneas o por proceso. Algunas sanidades instantáneas realizadas por nuestro Señor, son:
San Mateo 8:14-15: El Señor sanó a la suegra de Pedro.
San Mateo 8:16: “Y cuando llegó la noche, trajeron a Él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera los demonios, y sanó a todos los enfermos.”
San Lucas 7:1-10: aquí vemos a un centurión romano, que tiene un siervo enfermo. El centurión envía unos amigos para pedirle a Jesús que sanara a su siervo. El centurión mandó a decir a Jesús: “di la palabra, y mi siervo será sano.” Jesús expresó a todos: “Os digo que ni aún en Israel he hallado tanta fe.” El siervo fue sanado.
San Marcos 1:40: Jesús sana a un leproso.
San Marcos 2:1-12: Jesús cura a un paralítico.
San Marcos 5:24: Jesús sanó a la mujer que padecía de un flujo de sangre.
San Marcos 7:53-56: En Genesaret, Jesús sana a todos los que le tocaban.
San Marcos 7:24:30: Jesús sana a la hija de la mujer sirofenisa.
San Marcos 7:31-37: El Señor realiza la curación de u n sordomudo.
San Marcos 9:14: Los discípulos no pudieron curar a un endemoniado. Lo llevaron a Jesús y Él lo curó.
San Marcos 10:46-52: Bartimeo recibe la vista de parte de nuestro Señor Jesús.
Cuando comencé en el evangelio, recuerdo que a veces surgían controversias entre hermanos por la cuestión de la sanidad. Unos decían que la sanidad tenía que ser instantánea, pero generalmente no sucedía así. Recuerdo a un anciano sabio que les explicaba que la sanidad en los tiempos del Señor, era generalmente instantánea, puesto que era debido a su gran poder. En el caso de nosotros, hay situaciones en que sucede instantáneamente también, pero para que eso suceda, el que está ministrando tiene que estar verdaderamente entregado al Señor. Generalmente esta sanidad ocurre por proceso, requiriendo varias intervenciones.
Ahora veamos algunas sanidades por proceso, realizadas por nuestro Señor Jesucristo:
San Lucas 17:11-19: nos narra sobre la curación de 10 leprosos. Cuando Jesús pasaba entre Samaria y Galilea, le salieron al encuentro 10 leprosos diciendo: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando Él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.”
San Juan 9:1-41: Aquí Jesús cura a un ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva y untó con lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé. Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.”
San Marcos 8:22-25: Jesús vino luego a Betzaida; “y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. Él, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase, y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.”
Luego de estudiar estos casos de sanidad por proceso, surge la pregunta, ¿Podía el Señor haberles curado instantáneamente? Pienso que la gran mayoría de nosotros creemos que sí. Entonces, ¿por qué el Señor lo hizo por proceso? Creo que realizó algunas curaciones por proceso, para darnos a entender que las curaciones o sanidades pueden ser instantáneas o por proceso.
Nuestro Señor Jesucristo antes de partir de este mundo, dio mandato e instrucciones a los discípulos en cuanto a su función como sanadores.
San Lucas 10:8-9 dice: “En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante; y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: se ha acercado a vosotros el reino de Dios.”
San Marcos 3:13-15: Aquí el Señor elige a los 12 “para que estuviesen con Él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios.”
San Marcos 16:17-18 dice: “Y estas señales seguirán a los que creen En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.”
Luego de recibir autoridad de parte de nuestro Señor Jesucristo, cuando éste ha partido, los apóstoles y discípulos comienzan a ejercer su ministerio de sanidad.
En Hechos 3:1-10: ocurre el primer milagro apostólico: Curación de un hombre cojo, a quien Pedro dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó, y al momento se le afirmaron los pies y tobillos.”
Hechos 5:12-16: nos explica que, “por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto, que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aún de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados.”
Hechos 9:17-18: se realiza otra sanidad por voluntad del Señor. “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.”
Hechos 9:32-35: “Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro; Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y enseguida se levantó.”
Hechos 9:26:41: Se nos narra sobre una discípula habitante de Jope, que abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía, “Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió.” Pedro fue con ellos y sacando a todos, se puso de rodillas y oró y volviéndose al cuerpo, dijo: “Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se incorporó.”
Hechos 14:8-10: dice que: “Cierto hombre en Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo.”
En Hechos 19:11-12: encontramos que hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aún se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.
Hechos 20:6-10: aquí ocurre un caso curioso. “El primer día de la semana (domingo), reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche. Un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, cayó del tercer piso abajo y fue levantado muerto. Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: “No os alarméis, pues está vivo.”
Hechos 28:7-9: Pablo en Malta visitó a un hombre principal de la isla, llamado Publio. “El padre de Publio estaba en cama enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían y eran sanados.”
Creo que a la mayoría de los cristianos les agrada que se les presente las porciones bíblicas que les active las emociones, que les “pongan los pelos de puntas”. Entiendo que en la biblia también encontramos algunas partes que no son tan emocionantes. Si están ahí, en la Palabra de Dios, algún propósito tendrán. En este momento me estoy refiriendo a varias situaciones en las cuales grandes hombres de Dios están enfermos y en algunos casos hasta llegan a morir.
En el Antiguo Testamento tenemos el caso de Job, quien padeció una terrible enfermedad de sarna, además de haber perdido todas sus propiedades, pero finalmente, Dios lo restauró completamente.
Otro caso en el Antiguo Testamento fue el de Ezequías, quien cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías le dijo, de parte de Jehová, que moriría. Ezequías lloró y rogó al Señor que no lo permitiera. El Señor le sanó y le concedió 15 años más de vida.
En 2 Timoteo, el apóstol Pablo escribe a Timoteo, exhortándole a continuar adelante en su ministerio y notificándole sobre todas las cosas. En 2 Timoteo 4:20 le dice: “Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo.” El caso aquí es que, generalmente, los cristianos tenemos la idea de que esto no es posible que suceda. Pablo dice que dejó a uno de sus colaboradores enfermo. Nos preguntamos, ¿y cómo, que no puso la mano sobre él y sanó?
Muy conocido es el caso del mismo Pablo y su aguijón. Por más que rogó al Señor, el Señor le dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” Luego Pablo llegó a entender que ese aguijón le era necesario, para evitar que la grandeza de las revelaciones le exaltase desmedidamente. Luego en Gálatas 4:13-14, su forma de expresarse aparenta ser, que ya el Señor le había sanado. Este caso de Pablo nos debe servir para tener paciencia y fe en el Señor, cuando estemos enfermos.
El caso de Lázaro que se encuentra en San Juan 11:4-15, nos presenta la situación de enfermedad de un buen amigo de Jesús, y aún de su muerte. Esto tenía su propósito, como todas las cosas del Señor.
En 1 Timoteo 5:23 encontramos la exhortación que hace el apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.” La verdad es que si nos ponemos a tratar de entender esto, se nos hará bastante difícil. Pensamos que esto no es posible.
En Filipenses 2:19-30, el apóstol Pablo narra cómo Epafrodito, su hermano y colaborador, había enfermado a punto de morir. Ahora que ha sanado, lo está enviando como su mensajero.
2 Corintios 11:29 dice: “¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?” Parece que era algo muy común, que muchos de estos grandes hombres de Dios enfermaran. La mayoría de nosotros, los cristianos, estamos acostumbrados a escuchar en los estudios bíblicos sólo sobre sanidades. Creo que es bueno saber que todos los seres humanos, incluyendo los cristianos, estamos en este mundo corrupto y nos enfermamos también. Cuando nos vayamos con el Señor, tendremos cuerpos glorificados y viviremos sanos y saludables para siempre. Amén.