La Salvación Eterna
Tema: “Parábola de las Diez Vírgenes”
En este escrito, me referiré específicamente a esta parábola, ya que por su contenido, ha sido erróneamente interpretada y utilizada por algunos ministros. Éstos han tomado esta parábola como prueba de que luego de haber aceptado verdaderamente a nuestro Señor Jesucristo como único y exclusivo Salvador, y por tanto, haber recibido la vida eterna, todo esto se puede perder. Han llegado a esta conclusión, asumiendo que estas diez vírgenes representan la verdadera iglesia de Jesucristo. Ellos alegan que las cinco vírgenes insensatas, son parte de la iglesia de Jesucristo que se pierde.
Otros ministros creemos u opinamos que la salvación eterna no se pierde una vez que se ha recibido. A través de la Biblia hemos encontrado que al aceptar verdaderamente a nuestro Señor Jesucristo, recibimos el Espíritu Santo para siempre (Joel 2:28-29; San Marcos 1:7-8; San Lucas 3:16, 11-13; San Juan 7:38-39; 2 Corintios 1:21-22, 5:5-8; Efesios 1:13-14). En el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios llegaba a los profetas, reyes o cualquier otro hombre escogido por Dios (Números 24:2; Jueces 3:10, 6:34, 11:29; 1 Samuel 10:6, 16:14).
Luego de realizada la tarea o encomienda especial asignada a esa persona, el Espíritu se apartaba de él. En los miembros de la iglesia de Cristo, el Espíritu nunca se aparta, pero si el hermano cae en desobediencia, el Espíritu le redarguye. Si el hermano continúa en desobediencia, el Espíritu se contrista. Contristarse significa que se entristece, que permanece en un estado, que podríamos llamar “latente” o “inactivo”. Este hermano será perdonado si se arrepiente de corazón y pide perdón a Dios en el nombre de Jesucristo. Este perdón no significa que no tendrá que pagar las consecuencias del pecado. Pagará estas consecuencias, independientemente del perdón de parte de Dios, pero nunca perderá la “salvación eterna”. Jesucristo pagó un alto precio por nuestra salvación eterna, al morir en la cruz del Calvario. Por cuanto esta salvación no fue adquirida por obras, tampoco la podremos perder por falta de obras.
La parábola
Gramaticalmente, la parábola se define como una comparación. El término hebreo “mashal” comprende la parábola, los dichos cortos, sentenciosos y enigmáticos, llamados proverbios o máximas. También se incluye la alegoría elaborada, el símil, el cuento corto o largo.
En muchos de los dichos de Jesús, es obvio que se asoma una parábola. La parábola es un símil elaborado, en el cual el relato, aunque ficticio, es verosímil, en contraste con la fábula.
Verosímil: Que parece verdadero y puede creerse.
Símil: Semejante, parecido a otro. Comparación o semejanza entre dos cosas. En retórica consiste en comparar expresamente una cosa con otra, para dar idea viva y eficaz de una de ellas.
Alegoría: Ficción en virtud de la cual una cosa representa o significa otra distinta. Representación simbólica de ideas abstractas por medio de figuras o atributos.
Fábula: Relato falso, ficción en que se encubre una verdad. Composición literaria en verso, en que por medio de seres irracionales, inanimados o abstractos se da una enseñanza.
Retórica: Arte de bien decir, de dar al lenguaje eficacia bastante, para deleitar, persuadir o conmover.
En casi todo el contenido de la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos situaciones en las que hay verdaderos siervos de Dios y otros falsos. Generalmente, tanto
los verdaderos como los falsos, aparentan ser iguales, pero luego podemos distinguirlos.
En el Antiguo Testamento hallamos falsos profetas, falsos maestros, etc., que abundan más que los verdaderos (1 Reyes 22:6-39, etc.). En el Nuevo Testamento encontramos gran cantidad de porciones bíblicas que se refieren a este tema. Paso a señalar algunos de estos ejemplos.
San Lucas 8:4 contiene la parábola del sembrador, la cual podemos comparar directamente con la de las diez vírgenes. En esta parábola del sembrador encontramos su explicación específicamente de la boca de nuestro Señor Jesucristo. El sembrador salió a sembrar, o el predicador, el misionero, el evangelista, etc., a predicar la Palabra de Dios. Esta semilla o Palabra cae o es recibida por diferentes personas. La que cae en pedregales la podemos comparar directamente con el caso de las cinco vírgenes insensatas, porque éstas reciben la palabra con gozo, pero no tienen raíces, creen por un tiempo y en la prueba se apartan. Esta palabra que cayó en pedregales fue recibida con agrado, pero no hubo una verdadera aceptación de corazón, por tanto no tuvo raíces.
La semilla que cae en espinos, la podemos comparar con los ministros que se acercan al pueblo de Dios, atraídos por diferentes circunstancias. Al principio oyen la Palabra, pero luego son ahogados por los afanes, las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan frutos. Que no llevan frutos no significa que no ministren en iglesias grandes, o que no tengan miles de personas que los sigan. Estos ministros desarrollan una “retórica cristiana” que atrae a muchos. Al no ser dirigidos por Dios, a estos ministros no les importa utilizar, decir, o hacer lo que sea necesario para que la gente le siga. Las multitudes almáticas, satisfechas, alegres y contentas con lo que están recibiendo, les siguen hasta la muerte.
Otro ejemplo que podemos encontrar es donde el trigo crece con la cizaña:
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca
os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” San Mateo 7:22-23.
Hermanos, la Palabra nos ordena que escudriñemos las escrituras. Por ejemplo, en Apocalipsis 3:16 dice: “Pero por cuanto eres tibio, y no frio ni caliente, te vomitaré de mi boca.” Aquí no dice te vomitaré por mi boca sino de mi boca.
Desearía continuar señalando ejemplos de casos, donde la Palabra menciona diferentes situaciones en las que aparentemente se encuentran unidos los verdaderos hijos de Dios con los falsos. Debido al tiempo y al espacio, me limitaré a los que ya he señalado.
Deseo enfatizar que en el caso de las cinco vírgenes insensatas, el Señor les dice, al igual que en San Mateo 7:23, “nunca os conocí.” Creo que todo lo expuesto en este tratado, es suficiente para dejar claramente establecido que en el ejemplo de la parábola de las diez vírgenes, las cinco insensatas nunca fueron parte de la iglesia.
Sólo me resta aconsejar a los ministros que les gusta enseñar la Palabra de Dios, que antes de comenzar a ministrar, deben escudriñar las escrituras de una manera responsable. Un día tendremos que dar cuentas al Señor de todo lo que hayamos hecho. Amén.